viernes, 15 de abril de 2011

contigo por casualidad, casualidad premeditada. -LPDDC.6






Lo llaman "la parte buena de las cosas", yo lo llamo: "la mierda con la que nos autoengañamos".



Recuerdo haber salido corriendo de casa, salí por la intranquilidad  de mi rutina, la casualidad nueva de volver a verle. No me costaba esforzarme por mantener casualidades con él, no me costaba si eso bastaba para alimentar mi esperanza. Era una tontería, pero me hacía sentir un maravilloso cosquilleo diario, merecía la pena verle cada día si eso servía para lo más mínimo.

Era un día caluroso, con un sol asfixiante. Llevaba la sonrisa más enternecedora del mundo, y mis ojos brillaban bajo la luz del sol. Caminaba perdida entre las calles sin pensar en nada más, viendo como se retorcía el sol pasando entre cualquier rincón de todas aquellas callejuelas por las que pasaba, respiraba tranquila y calmada, iba con el único propósito de estar con él.
Pretendía toparme contigo por casualidad, casualidad premeditada.

Había llegado tan puntual que la espera se me hizo eterna. Me senté a ver los coches pasar, gente corriendo, risas, niños jugando, viendo lo bonito que me resultaba incluso esperarte.
Al final de la calle vi a dos personas diferentes, eran unas manchas que se convertían en deseos, eran unas preciadas manchas que podían adoptar la forma de quien yo quisiera, pero se acercaban en la misma proporción en la que mi deseo desaparecía.
Al levantar la vista para buscarte de nuevo, no venías, y la verdad que me desilusioné. No sé todabía la razón por la que esa tontería me afectó tanto, pero me dió la sensación de que no paraba de hacerme ilusiones y eso, no paraba de pasarme factura. En ese momento cambió todo.
Es increíble, como algo tan vanal pudo hacerme sentir así. Me entristecí inevitablemente.
En ese momento me llegó tu mensaje. "lo siento muchísimo, lo siento de verdad, pero al final tampoco puedo".

Una vez más la esperanza no me había merecido la pena,  algo me estaba nublando.
Volviendo a la realidad, llovía demasiado y me estaba mojando, hacía un frío horrible y  odiaba cómo caía mi pelo mojado por mi cara. No me salió ni echarme a llorar, mis gafas estaban empañadas y me convertí en la misma miope de siempre al volver a quitármelas.

Crucé la esquina y me miré, igual de fría que siempre, arrastrando los pies y siendo igual.
Volví a fruncir el ceño como de costumbre y a resignarme.
Paré en uno de esos pasos de peatones en los que hay un charco que no ves, uno de esos charcos que pisas. Cerré los ojos y maldije algo.

Al seguir caminando aún maldiciendo y mirando todo lo mojada de más que estaba, choqué contra alguien. ¡Estupendo!.

- Joder...perdona
- No te preocupes, es peor lo del charco.

Genial, espero que no haya un vídeo en Youtube de mi ridículo también

- Bueno, por mojarme un poco más no pasa nada

Fué la primera vez que levanté la mirada. Te conocía.

- ¿Te conozco?.
- No lo sé, no me suenas.
- Estoy segura de que nos conocemos.
- Puede ser, soy bastante despistado, probablemente sea así.
- Yo también soy muy despistada, así que será una casualidad.
- Tú te pareces a alguien que conozco.
-  Cuando pasa esto, se dice que las personas están predestinadas a conocerse.
- ...
- No me malinterpretes, no estoy ligando contigo ja, ja, ja.
- ¡No, no!, para nada. En ese caso, encantado de conocerte.
- Igualmente


Y después nada volvió a ser igual

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