lunes, 6 de junio de 2011

No podía parar de pensar como volver a ganar, pero besaba siempre con amor. - DM.1






Hacía de su vida un paracaídas, regalaba su felicidad porque supongo que le sobraba, jugaba a juegos de niños con el corazón. Bromeaba con el amor, fantaseaba con los sentimientos, y se permitía apostar contra todo pronóstico. De lo que no se daba cuenta era de todo el daño que hacía eso.

Vacilaba a la vida, amaba la noche y a veces el día, se distraía mirando las nubes mientras fumaba, pensando en la siguiente jugarreta, en la siguiente estrategia a llevar a cabo. Bailando sobre los tejados de sus sueños, enloqueciendo con sus absurdas ilusiones, ansiando todos sus propósitos, sin parar de hacer planes. No podía parar de pensar como volver a ganar, pero besaba siempre con amor.

Mentía al tiempo para que corriese a su favor, hacía trampas y de esa forma conseguía una sobredosis de vida, pero le añadía la complicidad a las despedidas.
La adrenalina pasaba en cantidades industriales por sus venas, se colocaba el pelo con una ráfaga de viento que hacía pasar, y se mordía el labio cuando tenía sed de victoria.
Su abreviatura causaba tensión, pensarle hacía que te entrasen ganas de vomitar de nervios, pero cada vez que paseábamos, se sentaba cerrando los ojos para oír el mar, callado, apoyándose sobre mí.

Él, era tal y como siempre lo imaginé, como algo que había pedido, como una lista de deseos cumplida, pero de todos esos sueños, siempre se me olvidó pedir algo, que me quisiera.

Era el mayor cabrón del mundo y se había propuesto conseguir un trozo de mí para su disfrute personal. Lo que jamás esperó, fue toparse con alguien que le costaría trabajarse, alguien a quien sonrisa acompañada de ternura, no le afectaría. Se encontró con su propia medicina, con alguien que podría llegar a jugar igual de bien, con un rival suficientemente digno. Ni siquiera su forma más cachonda de decir buenos días, me resultaba más que un aperitivo. Nunca se había topado conmigo, aquella que comenzaba por la parte más dulce del postre.

Formábamos una explosión de furia y pasión frenética, pura tensión sexual, conexiones eléctricas en un día de tormenta, el placer disimulado bajo una capa de crema suave. Éramos pura dinamita por explotar, la peor unión que pudo toparse, perfectos bastardos.
Pero me acabó engañando, porque cada vez que se trata de él siempre hay un "pero".

Acabó ganando, derrotándome como había planeado. Creo que terminó por disfrutar del juego, por sentirse más fuerte, porque esta victoria no había sido en camino recto, y simplemente por eso, por ganar algo difícil, decidió hacer eso, ganar y punto.
En algún momento olvidó que todo se trataba de un juego, y pudo llegar a ver más a allá, o eso me hizo creer. Lo que seguro que hizo, fue tirar todo por la borda. Hacer de ésto su propia partida.

Me ganó cuando pensé que había dejado de jugar. Pero él nunca deja de jugar.








PDT:
A pesar de todo, él era mi bastardo, y el momento en el que asumí haber perdido, fue mi ruina, porque todo se desmoronó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario