sábado, 29 de octubre de 2011

Cuando juegues contra todo pronóstico, asumiendo consecuencias, te harás daño - Veintiquince - SSNA



Ni duele ni mata.

No te creas que lloro por las esquinas, que no soy fuerte, que he perdido la esperanza, que ya nada me importa, que sufro por cada palabra que escribo, que no duermo por las noches o que estoy enamorada de ti.
Simplemente, te odio con ternura y malgasto el tiempo con pequeños juegos que me encantan y me llenan de ilusión. "Cuando quiera volver, volverá", y no lo digo yo, lo dice mi sentido común.

Ni te espero, ni busco una respuesta diferente por tu parte. Sé que eres igual que todos, que cuando las cosas se ponen serias te vas corriendo, que cuando deja de ser un juego quieres dejar de jugar para ir a merendar y jugar a otro juego. No busco algo nuevo, que seas diferente, que todo lo que me decías fuera verdad, o tus besos sinceros, porque tengo claro que no lo son, y no me importa.

Pretendes ser especial, pero no me importa que no lo seas, tengo asumido que lo que te gusta es ser lo que eres y alguien como yo no va a cambiar esa apariencia de intocable.
Puedo decirte que no lo eres, y que no he sido yo la que te ha cambiado, eres tú el que intenta cambiarse con todos esos escudos. Tranquilo, pensé que podría ser diferente pero porque el tiempo está cambiando, igual algo te hacía cambiar.
No me has decepcionado, simplemente no me has sorprendido.

Te deseo muy sinceramente lo mejor, pero yo no quiero seguir jugando un mes más a tu juego, porque no soy un experimento, y cuando uno se lo toma en serio, contigo nunca salen las cosas bien. No voy a esperar a que tu quieras dejar de jugar, es egoísta pero hace tiempo me propuse no volver a hacerme daño, a recordar el dolor o recordar que es querer hasta que duele no hacerlo.

Siento dejar el juego a medias, y ser la que tira la toalla. Pero no juego contra cobardes, ni contra hombres que se tienen miedo incluso a sí mismos, incluso a lo que no pueden llegar a controlar.
No juego contra aquellos que me tienen miedo, que tienen miedo de que sea diferente, que llegue a desarmarles, a quitarles sus escudos, que llegue a ser mejor que ellos jugando.

Cuando juegues contra todo pronóstico, asumiendo consecuencias, te harás daño, pero tanto tú, como yo, acabaremos siendo felices de una vez por todas.

viernes, 21 de octubre de 2011

La debilidad es sólo sed de venganza atrofiada. Sufrir es legítimo, y sentir esto también. - AP2




No me duele, no.


Me mata de celos y desesperación, me consume por dentro y me engorda. Alimenta mi ira inversamente proporcional a mi paciencia, revienta los límites de mi tensión arterial, se me cargan esos puntos delicados de la columna vertebral, se contraen mis músculos como piedras, y no puedo evitar odiarte cada día un poco más.

Vago neurótica por esta primavera, controlándome a mi misma para no recordar ni ser consciente de la realidad. Aguantarme, morderme la lengua y respirar hondo, cerrar los ojos tan fuerte como mis garras y tratar de no derramar ni una lágrima de nuevo por ti, o por la rabia que me deja totalmente anulada. Guardando todas estas fuerzas que me creas y escondiendo lo que quiere salir, como un volcán en su punto exacto. Consolándome (engañándome) y tratando de evitar una guerra nuclear, preparándome mentalmente para atacar en cuanto sea posible, porque la esperanza es lo único que calma a las fieras. El momento en el que cualquiera baje la guardia y me haga irremediablemente vencedora, consiguiendo la valentía suficiente para seguir soportando todo este dolor que llevo dentro y que mi orgullo no deja caer. Acumulando odio, rabia y frustración diariamente.





Mientras tanto, avísale.
Adviértele de todo lo que sabes sobre mí, al fin y al cabo para tu desgracia, me conoces demasiado bien, y no sólo a mí, si no  todo lo que viene conmigo, (y todo lo que has causado en mí). Dile que tenga cuidado, que soy completamente impredecible, que te recuerdo a un Miura en mi más absoluto grado de cólera. Dile que te guarde bien y te haga caso, que no te descuide y te deje solo, porque cualquier cosa me serviría como excusa, de una botella de agua puedo hacer un puto río si me beneficia.

Pero cuídala tú también a ella, estás demasiado atontado y no te das cuenta de zorras como yo que la rondan, porque no soy la única a la que provoca. Adviértele de que ya no soy un encanto, muy a mi pesar. Ni siquiera soy lo suficientemente previsible como para que pueda estar mínimamente preparada, estoy jodidamente loca, recuerda que eso era lo que más te gustaba de mí.

La debilidad es sólo sed de venganza atrofiada. Sufrir es legítimo, y sentir esto también. 
Probablemente me arrepienta toda la vida de cada palabra que escupo, como de casi todo lo que hago, porque el alcohol y mi impulsividad nunca fueron buenos compañeros, porque nunca sé si es mejor pecar de gilipollas o de amargada.

Me provoca hasta el límite, y sabes que soy puro nervio. Me provoca hasta que pueda reventar y demostrarte que todas tus razones no eran infundadas, que tu opción siempre fue la correcta, que no hay nada que me salve y que ya no merece la pena dar nada por mí. ¿Por qué la dejas que trate de llevarme al límite una y otra vez?, ¿por qué le consientes todas esas chiquilladas que sabes que me provocan?, ¿por qué ya no me piensas ni lo poco que me hace falta para recobrar un poco de cordura?...
En el fondo creo que sí, que tienes razón y  ya no merece la pena. Me he pasado tanto, que en tu lugar nadie cuerdo daría un mísero duro por mí, pero eso es de cobardes, justo de lo que nunca presumiste ser. Tu cobardía me demuestra que tú tampoco mereces la pena ya, y eso, es justo lo que ella nunca entenderá. Que  agua pasada no mueve molinos.

Sé que bajo esa sonrisa de corderillo se esconde otra puta loca como yo, porque no somos tan diferentes, y ciertamente esa es la idea que más me repugna. No pretendo demostrarlo ni ahora ni nunca, ni siquiera se merece un mínimo halago como el de parecerse en algo a mí, quizá mi victoria se base en eso, en que te des cuenta de que has cambiado el hambre por las ganas de comer. 

Me engaño mucho, ya lo sabes, pero no la engañes tú a ella. Sabes que me gusta jugar a ganar y que quizá pierda, de nuevo, pero me encanta luchar entre fieras y sé, sin lugar a duda, que puedo rugir como ninguna. 

Cuida un poquito más a este dolorido corazón que sólo te pide comprensión, y pídele que reprima su rechazo si no quiere acabar con su ego bajo la suela de mi zapato.

Ya sabes, que cuando hay que jugar, 
si no gano, empato.