sábado, 15 de septiembre de 2012

Desde entonces nuestra forma de decir te quiero, fue dar las gracias - LPDDC





















Es esa sensación pura, indescriptible, llena de sentimiento, cargada de recuerdos. Esa sensación que te quema por dentro.


















No podría haber salido con mayor fuerza aquel día, sentía que tenía que hacer algo, que era incapaz de quedarme en el sitio, que debía salir. Debía salir a por él.
Sentía un cúmulo de sentimientos a punto de explotar en mi interior, tenía la angustia a flor de piel, y era incapaz de contenerme un sólo minuto más. No podía parar quieta, me agobiaba, me ansiaba, me mataba quedarme parada, estática, sin hacer nada, sin luchar, sin buscar lo que quería, quedarme esperando, dejarlo pasar, aparentar tranquilidad, no querer, no necesitar...Tenía que ir a por ello.

Era incapaz de parar de mirar el reloj, el móvil, la ventana de mi coche. El reloj, el móvil, la ventana, reloj, móvil, ventana, reloj, móvil, ventana, reloj móvil ventana...
Era incapaz de seguir sin hacer nada, de quedarme a expensas de lo que podía pasar, no podía contenerme más, sentía que aquella espera me estaba matando por dentro, y es que no podéis imaginaros lo que sentía, no podría explicarlo, pero me moría de ganas de verle.
¿Sabéis hasta que punto me refiero?, me refiero a no poder aguantar, a ser incapaz de seguir respirando porque sientes que es tu vida lo que corre peligro, tu integridad física y mental, que tienes la jodida necesidad de verle, de sentirle, simplemente de escuchar su respiración, sencillamente tenía ganas incluso de saber que seguía vivo. Pero tenía que verle.
Jamás me podre olvidar de esa sensación, y parece imposible llegar a vivirlo en tus propias carnes, y me llamaréis loca o exagerada, pero no eres consciente de esa necesidad hasta que lo vives, y una vez vivido, aprendido.

Llegados a este punto sólo se me ocurrió salir corriendo a por él, no tenía nada más en mi cabeza, sólo poder verle, sólo poder tenerle cerca, tocarle, sentirle, saber que está vivo, que está a mi lado, ni siquiera en ese momento necesitaba sentir que aquello era recíproco, con sentirle me bastaba, con poder besarle, con poder estar con él, era cuestión de prioridades.

En aquel momento me sentía sola corriendo por el medio de la carretera, sentía que cada vez necesitaba más verle, y cada vez tenía más ganas de hacerlo, mi respiración se aceleraba y digamos que pude llegar a sentir incluso miedo por no encontrarle. Mis piernas se tensaban, no daban más de sí, me dolían los tobillos, me quedaba sin respiración, no veía con las lágrimas. No podía parar, no me dejaba mi cabeza, aunque quisiera no podía parar de correr.
Hacía daño, pero era el sentimiento más maravilloso de este mundo.

En ese momento, en el que llegué, seguía llorando, y no podía dejar de hacerlo. Pero fué, cuando él mismo me abrió la puerta, cuando volví a respirar.
Ni siquiera su cara de preocupación por verme así, me cohibió, ni si quiera le di tiempo a que me preguntara nada, solo le besé, haciendo que mis lágrimas recorriesen también sus mejillas, y me separé.
Me quedé parada mirándole, con los ojos empañados sin moverme, me quedé completamente paralizada, no era capaz de hacer otra cosa, era como si algo dentro de mi no funcionase, com si me fuese a morir allí mismo, como si me fuese a quedar así para siempre, como si al devolverme la respiración me hubiese dado el último suspiro.

No entendió nada. No sabía qué hacer, creía que me estaba pasando algo malo, estaba nervioso, no podía parar de preguntarme cosas, estaba angustiado y entre toda aquella desesperación sólo me abrazó. Me abrazó y me pidió que no le hiciera eso.

Como si se fuera a acabar el mundo, como si nunca más nos volviéramos a ver, me abrazó con tanta ternura que llegué a pensar que era un nuevo sentimiento desconocido, me recogió entre sus brazos, me hizo sentir que estaba a salvo, que estábamos solos en el mundo y que era imposible tener miedo, que podría estar ahí para siempre y que nada podría derrumbarnos, sentí que eramos fuertes, que sobreviríamos hasta a una guerra nuclear, que nada ni nadie conseguiría separarnos, que aquello era único y no querría perderlo por nada del mundo.

Sentía pena y dolor, sentía rabia y tristeza. Pero reaccioné, le miré y le di las gracias, sólo eso.
Me dió el beso más dulce que jamás me hallan dado en la frente, y me miró fijamente.
Ninguno de los dos decíamos nada pero supongo que sentíamos lo mismo, creo que mis ojos gritaban todo lo que le quería y que no le quería perder jamás, que me pasaría horas mirándole y no hay tiempo en nuestras vidas suficiente para que me canse de sus caricias, que si estoy con él todo es posible y no sólo por lo que me hace sentir, si no por cómo soy gracias a él.















Desde entonces nuestra forma de decir te quiero, fue dar las gracias. Y  creo que sobra darte las gracias, pero repetirlo nunca está de más. A pesar de todo, te quiero.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

No para hundirnos más, si no por necesidad - SSNA





Sin embargo, y aunque el verano se vaya para dar comienzo a la época más acogedora del año, mi fuerza y mi valentía casi han dejado de luchar.


Siempre hay momentos duros por los que tenemos que pasar, todas estas malas rachas que auguran la calma.
La esperanza es la causa principal que nos mantiene vivos. Vivimos esperanzados, buscando ese pequeño rayo de sol que nos ilumine el día y que sea suficiente para hacer frente a la triste realidad en la que nos toca vivir. No lo niego, las desgracias están a pie de calle, y la amargura acecha entre la niebla mañanera, pero creo, que hemos aprendido a convivir con ello.
Jamás pierdo la esperanza, porque será lo único que me lleve a la tumba. Una vez desaparezca mi esperanza, lo haré con ella para siempre, no sabría vivir si no es con ella. Al fin y al cabo, supongo que todos tenemos un poco de fé.


Este mes de Septiembre parecía suponer el comienzo de muchas cosas nuevas. Parecía que el viento iba a traernos un aire nuevo a respirar, que el sol brillaría de una forma especial.
Mi esperanza durante este comienzo había sido encontrar ese aire puro, esa dosis de vida que mi cuerpo necesitaba, ese movimiento nuevo que iba a descubrir mi cuerpo...Pero no lo encontré.




El problema, está en que escribo para hacer frente a tanto dolor que me come por dentro, a la falta de esperanza. Y esto, es un asco. Esto de escribir sólo cuando no encuentras otra salida, cuando ya no sabes que hacer para deshacerte de toda esa rabia e impotencia. Por no poder hacer más, por no saber que hacer, por haber perdido casi toda tu esencia, por sentirte vacía y no saber cómo ni qué puede llenarte, por desconocer, por completo.

Es frustración, por pasarte horas y horas pensando cómo superarte, cómo seguir caminando firme, cómo no perderte y cómo hacer frente a todo lo que todavía vendrá. Presiento que aún estoy lejos de mi punto de inflexión, y sólo veo que me voy quedando sin voz y sin valor para hablar.
Siento que ya no tengo ganas de ver la realidad, que estoy perdiendo esas ganas de luchar.
Lo peor de vivir a ciegas y apenas con esperanza, es que sueles acabar perdiendo, y eso, es lo que más nos duele, que no llegue al fin la calma. Creo que ni siquiera mis lágrimas quieren salir, que prefieren quedarse ahí, simplemente seguir sintiéndose ellas fuertes, ya que yo no consigo hacerlo por mi misma.

Supongo que algunas veces necesitamos estar tristes, y escribir sobre tristeza. No para hundirnos más, si no por necesidad.